Esto de tener vacaciones, te permite ver la vida de una manera diferente. Sobre todo, cuando tus mayores aspiraciones se basan en salir con la bicicleta, dormir la siesta, darse un chapuzón y tomar una cerveza, o las que sean, con los amigos. Tranquilidad, sosiego y recargar baterías. Sin embargo, hay algo que he notado en estas vacaciones, y es mi poca capacidad de concentración. Es curioso como ahora que tengo más tiempo que nunca para leer, no soy capaz de hacerlo. O, al menos, de hacerlo con todas las ganas con las que desearía.
He empezado varios libros este verano, estoy a punto de acabar el más corto «Ancho mar de los sargazos» de Jean Rhys, y los demás los intentaré acabar más pronto que tarde. Pero me he dado cuenta de una cosa, no me podía concentrar para saborear la lectura como dios manda. No era capaz, yo mismo me buscaba las distracciones: televisión, móvil, internet…era como si no me bastara con el libro y necesitara más estímulos cortos y rápidos. A esto, al parecer, se le llama «Twittear la literatura». Me he puesto como meta terminarme esta semana «El tambor de Hojalata», de Günter Grass. No sé si podré armarme de paciencia para acabarlo y no por falta de calidad del libro, sino por falta de calidad del lector. Creo que estoy cayendo en la enfermedad de la prisa tecnológica actual, del necesitar información distinta lo antes posible, sin ni siquiera estar completamente seguro de haber comprendido lo anterior.

Y he seguido buscando información sobre el tema y he encontrado un artículo en The Guardian llamado «The Art of Slow Reading». Y me ha llamado mucho la atención la primera frase del artículo: «Si estás leyendo este artículo impreso, tienes la mitad de posibilidades de acabarlo. En cambio, si lo estás leyendo online, tienes una quinta parte». De hecho, y siguiendo con esta idea, dudo mucho que la gente que ha empezado a leer este post haya llegado hasta este punto a la primera. En parte por mi forma de escribir, por supuesto, pero también por esta urgencia del siglo XXI que nos obliga a sintetizar. El artículo dice que «nuestros hábitos hiperactivos online pueden estar dañando las facultades mentales que necesitamos para procesar y entender largos textos informativos». ¿Somos más estúpidos ahora o qué? Supongo que se habrán desarrollado otras habilidades u otras facultades mentales, no creo que acabemos como en la película Idiocracia…o quizás sí, vete tú a saber.
Yo en mis clases lo tengo muy claro, mis alumnos no se enteran la mayoría de nada de lo que leen. Y no es un tópico, está reflejado en estudios realizados durante el curso. Tiene su lógica, si cada día necesitamos estímulos visuales más frecuentes, como no los íbamos a necesitar textuales. SMS, Tuenti, Twitter (el rey de esta nueva literatura), Facebook, Wikipedia si necesitamos hacer un trabajo de cierta extensión. La realidad es que estamos expuestos a tanta información que el pararnos un segundo a digerirla se hace cada día más difícil. A ver, si queda alguien todavía ahí, haced la prueba. Meteos en el periódico que queráis El Mundo, El País, El Diario Montañés…el que más rabia os de y pinchad en la primera noticia que se os ocurra. Luego responded sinceramente si la hemos leído, comprendido y asimilado. Yo lo he hecho y me he tenido que esforzar, lo reconozco.

La verdad es que he escrito esta entrada más por mi, que para denunciar un problema. Siempre me ha gustado leer mucho, siempre me han gustado las librerías y tener tiempo para hojear los libros. Noto que mi atención y mi concentración disminuyen, quizás sea sólo que me estoy volviendo más idiota, lo cual no sería un gran problema. Pero sí lo sería si esto le pasara a la mayoría de la gente, que es lo que me temo.
P.D. Señalaros sólo un blog dedicado al «Slow reading», el de Tracy Seeley.
P.D. (2) Por supuesto, todo lo dicho arriba son opiniones personales y pueden ser discutidas en cualquier momento. Lo que sí tengo muy claro es que no sólo se encuentra este fenómeno en la literatura. El cine también lo sufre y la música, madre mía…la música si me pongo a hablar sobre la falta de buenos discos completos no paro…os dejo con una de las mejores canciones de la historia…muy del tipo Slow reading..disfrutad de cada nota y de cada susurro de esta versión del tema de Leonard Cohen por Jeff Buckley
No te preocupes Janto, creo que tu enfermedad es tan contagiosa que se ha desestimado como enfermedad propiamente. De hecho he tenido que hacer un esfuerzo para leer entero tu post porque mi mente da saltitos sin que yo quiera. Gracias por el piropo, pero también me doy cuenta de que cuando leo últimamente retengo mucha menos información que antes. Creo que he abandonado el placer de releer y que debo volver a ello porque era muy gratificante.
Y al rollo de la slow food y el slow reading, has oído hablar de las slow cities??? es un concepto que me ha enganchado mogollón. In fact, me iría ahora mismo a una de esas pequeñas ciudades italianas de cabeza. Pero el destino me manda a Madrid. En fin, por lo menos en el metro se puede leer.
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No pensaba que tú pudieras sufrir de esta pseudoenfermedad que es la prisa crónica. Me pasa constantemente, siento una especie de azogue que no me permite centrarme y aprovecharme el tiempo que le dedico a un libro. Y así lo único que consigo es echar un vistazo a muchas cosas y aprender nada. En el artículo de The Guardian hablaban de un francés llamado Pierre Brayard (o algo así) que ha escrito un libro sobre «Cómo hablar de libros que no has leído». El tipo cree que puedes mantener una conversación fluida y creíble sobre literatura sin haber leído nada. Triste pero cierto. Es la época de la información superficial, qué se le va a hacer.
Me gusta el concepto de las Slow Cities y tengo que decirte que te imagino perfectamente en un pequeño pueblo de la Toscana disfrutando del paso del tiempo. Pero, en cambio, te vas a Madrid. ¿Es definitvo? Infórmame aunque sea por mensaje privado, por favor.
Y de hecho iba a hacer un comentario a esa gente que lee en el metro…pero mejor me callo…
Besitos
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